La brisa de la mañana ha parado de correr. He cerrado la ventana, que no entre el calor. Los gorriones pían un piar enorme y aterrador. Los álamos están quietos, muy quietos. Andarán las locas por la ciudad, haciendo compras. El cielo también parece parado, exangüe o dormido muy azul claro, muy desleído, como la leche en el agua. Los alumnos a los que di clase ya son camareros, madres, peluqueras o policías. El miedo va desapareciendo, el miedo al futuro, el miedo a las gentes. Mi libro de gramática ha muerto hace ya unos años. En la montaña, allá arriba, duerme el sol y el viento y el fresco que los habita, tan alto, dan placer a la piel.
Duerme el sol a los 1600 metros.
Ya no hay niños que digan: caramba.
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