Son dos niños. Juegan un juego estremecedor, aberrante, esquizofrénico: juegan a que el planeta Tierra da una vuelta de campana. Tienen muchos muñecos con los que jugar y un balón. El balón, claro, es el planeta donde habitamos. Estos niños han visto en la tele noticias apocalípticas así que no es raro que jueguen como están jugando. Los muñecos se matan contra el suelo, vuelan por los aires, se los traga la tierra, mueren achicharrados. Los dos niños lo van contando: a este la lava le ha quemado vivo. Este se ha roto por la mitad al caer de un precipicio. No le sale la palabra precipicio. El otro niño dice: preci ¿qué? Por un barranco, contesta el niño narrador. Un niño sabe más que el otro y no para de narrar, de contar muertes. Para. Para. ¿Por qué? Porque me da miedo.
Los niños imaginan mundos que los adultos les cuentan.
Y los exageran ad infinitum.
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