Los solteros tenemos un gracia especial. Por lo común, aunque parezca que no, conocemos a un montón de gente. Somos hábiles para detectar malhumores en los demás. Pero hay gente que, el hecho de estar casado, no le impide ser simpático, como a los solteros. Los solteros nos reímos más que los casados porque estos están hiperresponsabilizados y la responsabilidad les puede y así, no ríen. Los solteros solemos ser simpáticos puesto que no tenemos nada que perder, ni la reputación siquiera. Los solteros somos amigos, somos divertidos, vemos las cosas con la lupa del humor y juzgamos a la gente por si está muy o poco neurotizada.
Yo no me he casado y soy más o menos feliz.
Un casado suspira por un rato sin su pareja y sus niños, ¿que no?
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