Heme aquí frente al ordenador, otra vez y no sé qué hacer. Las aguas azules refulgen con el sol en lo alto. Las gentes se agolpan contra esas aguas claras, refulgentes, refrescantes. Yo también fui una de esas gentes antaño. La vida nos conduce por senderos estrechos y extraños, nunca nos vimos en una de estas y no sabemos muy bien qué hacer y rezamos y rezamos, casi sin saber rezar, para que no nos pase nada malo y llamamos a Dios como sabemos, con la torpeza de ser humano, de ser el animal preferido de Dios, de ser el ser elegido de la Creación. Y parece que nos escucha y parece que nos calmamos al decir: Dios, cuídanos, Dios cuídanos, Dios cuídanos.
Aunque no se hable de Él,
Dios está en la mente de cualquiera.
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