El tribunal dijo que sí pero luego dijo que no. Las montañas azules del fondo de la fotografía se volvieron cenicientas, como sucias, como abandonadas. Los hombres cogieron sus maletas y se fueron al desierto a ver si allí les hacían más caso. El delincuente tuvo su amnistía, el vendedor de helados tuvo su oportunidad. Los cielos no ocultaban agua porque ya era julio o agosto, no recuerdo. El número uno disfrutó de vacaciones en palacio. El número dos y tres contaban su dinero, el dinero de nadie, el dinero de todos. Y va bola, decía un hombre bebedor en la taberna.
Señor cura, baile usted
que Dios todo lo perdona.
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