Te equivocas conmigo, dijo el hombre y amenazó con el dedo índice levantado. La mujer que le había intentado dar un beso estaba bebida, casi se caía y no hizo caso de la advertencia del hombre que pagó y se marchó del bar. Era nochevieja y estaban en un pueblo como otro cualquiera. El vivía en la capital pero para estas fechas navideñas solía desplazarse al pueblo. El hombre se fue a su casa a ver la tele ya que no tenía ya muchos amigos en el pueblo, se encontró solo con tanta juventud que se sintió viejo y cansado de tantas navidades pasadas en el bar de su pueblo. Pero estaba contento de sentirse viejo y cansado. Otros por menos habían muerto. Y al otro día, en el aperitivo, pensaba resarcirse de esa mujer alborotadora y borracha. Y ya le dio un beso a ella. El que me pediste anoche. Me gustas más serena que borracha, querida.
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