Dice otro poeta que hubiera preferido ser librero de viejo en una calle de Londres, tartaja e indiferente a la vida y de repente, llegaba a su tienda Julia Roberts. Y hablaba con ella largamente. A mí no me dicen nada las celebridades, me tiran más las playas deshabitadas y darme un chapuzón en ellas, como hice una vez que fui solo a Valencia. Los soles del verano se agradecen mucho porque dan mucho calor y tienden a la costa, a pasar una semana en la orilla del mar salado. Los trigos requemados recordaban al poeta la piel de la amada y su morena cara le llevaba a amar a esa mujer por todos los lados y comisuras. Los maduros campos volvían una y otra vez a rememorar la piel de aquella mujer, la copa de ceniza, las noches de verano. Todo ocurre en verano, en un verano de charla por la carretera.
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