La rosa química florece de ansiolíticos acuosos. Ya va entrada la primavera y la hipotimia y el dolor de mirar al sol y a las nubes como eternos enemigos. A veces se nos despierta bajo las axilas el dolor de ser nosotros y no un vecino que no piensa, que no agudiza el ingenio para saber quién es, quiénes somos, qué hacemos aquí, en este sembrado de cabezas de ajos, decía mi madre. No respira bien el que tiene inquietudes, el ser pensante y por tanto, se ahoga. Se ahogan las ganas de comprender esta loca posición en el universo, esta sucesión de estaciones y estados, esta calcomanía del mundo que llevamos tristemente en nuestras cabezas. Y todo durará un instante. Y los extraterrestres nos miran con incredulidad desde sus telescopios. Dicen entre ellos: qué seres más raros. Y procuran estar lejos de nosotros lo más posible.
Ningún ser humano entiende el mundo por completo.
Pero, ¿hay alguien que entienda al ser humano?