Tu pequeña figura, sola en algún camino perdido, mirando a los lados y no de frente, temiendo un encuentro que te haga proferir algunas frases de un cariño del que careces. Y avanzado el camino, volver dormida la pasión y el habla a tu cueva. Y allí, comer en silencio con el casco de la moto casi puesto, solo decir hola y adiós. No hablas, no dices lo que quieres y eres frágil extraviado en un camino que andas casi solo, con tu mujer y tus hijos. Y todo se desarrolla en silencio: en silencio el dinero que ganas tú y tu mujer. En silencio las sábanas. En silencio los trajecitos de los niños. En silencio, un silencio de sepulcro, tú.
No se sabe nada de ellos, de sus andanzas.
Quizás la niña ha cogido un resfriado por la noche.
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