La ministra de Hacienda estaba en el Congreso para dar unas explicaciones a la oposición. Se limitó a decir lo bueno que era el gobierno, lo bien que se gestionaban los impuestos y lo mala que era la derecha. La derecha, caca. Y, al acabar este discurso normal en ella desde que fue ministra, se puso a levitar. Tanto levitó que se dio con el techo del Congreso en la cabeza. Después del golpe empezó a bajar de los aires muy despacito hasta que se instaló de nuevo en su escaño. Y ya no pensaba lo mismo sino que se quería ir a cuidar cabras como su abuelo, allá en el sur. Y lo hizo. Y ya no hubo más ministra de Hacienda por un tiempo en que eligieron a otro ministro menos vaporoso.
Hacienda somos todos.
Ojalá el reparto de los impuestos fuera equitativo.
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