Las aceras están cansadas de los pies que las habitan y las farolas lucen su inutilidad por las mañanas. La vida pide paso en unos días casi primaverales de julio. No quiero encontronazos con nadie pero diré que no a imposiciones. La vida, ya digo, se abre al viviente como una dama, como una chica amable y educada. No seas tan bueno, me decía aquella japonesa llamada árbol en el bosque. La gente atina a ser feliz cuando lo intenta y yo deseo atinar en este mundo lleno de fieras. Fieras porque rugen en vez de hablar. Fieras auténticas que creen que su fuerza es fuerza por hablar alto y fuerte.
Se me está pasando la mañana
que es lo que cuenta.
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