lunes, 10 de junio de 2024

 Te conozco bacalao. Creo que es eso lo que dicen en los carnavales de Cádiz cuando descubren quién lleva la careta. No es difícil averiguar quién va de una cosa o de otra conociendo el alma del que se disfraza porque el alma no se puede disfrazar. La gente es así y qué le vamos hacer. Pero una cosa. Que no salpique ni embarre a los demás. Diminutas confiterías vespertinas abren al amanecer para que los niños madruguen y puedan ver la aurora. No está la sartén para merluza. Quizás mejor unas sardinitas. En Majadahonda, los viernes y los sábados nos comemos unas cigalas como perros. Los domingos los dejamos para ir de excursión a la sierra y llenar el macuto de piedras para luego tirárselas a los forasteros. Los lunes trabajamos todos, ya sea remuneradamente o para pasar el rato, como hago yo ahora. Escribir es barato si uno quiere ahorrar. Pero si no quiere ahorrar, ahí están los desayunos del Wellington a cuarenta pavos. La vida transcurre quizás sabiamente, quizás alegremente, quizás tontamente, pero siempre, siempre, transcurre. Es lo suyo, que la vida transcurra. Viene ya el verano y podemos andar o nadar o rompernos la crisma. Todo depende de los deseos, los deseos son muy caprichosos y volátiles, justo como el dinero, ese bien escaso.

Nos vamos dando cuenta muy lentamente, muy lentamente

de que nuestras piernas ya no nos sujetan el esqueleto como antaño.

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