Tanto se duermen las manos que pasan por ellas todas las cosas y ninguna queda sujeta. Los ritmos del tiempo son otros, son los de pasar y pasar como por un agujero estrecho. Hay que componer bellos versos, melodiosos como el laúd, quizás dolorosos como la quimera que está desolada, quizás como el río que no llega al mar. Hemos de callar sin que el dedo grande nos señale como si fuéramos los apestados de este mundo. En el pecho hay una semejanza a Dios, a lo bondadoso y queremos algunos ser como ese hito en el camino que nos señala que vamos bien. Hay que ejercitar las piernas y el corazón esta tarde, cuando ya el calor baje.
Haz que en mi entraña habite el amor a los demás
aunque sea poco, para que nunca me falte el amor.
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