Estos días inconstantes de junio, estos libros que voy leyendo, estas tardes sin paz. Poco tiempo queda ya para el verano. Las ciudadelas se revelan fáciles a la conquista, quietas en su desnudez militar. No hay motivo para la palabra aunque debemos decirla, debemos nombrarla. Lo que se deja por el camino da dolor pues ya no volverá. De todos modos, los siguientes días a la irracionalidad traerán una disciplina triste a las horas, una renuncia a la charla, un desdén por las bocas que ríen. A nadie importa en estos tiempos el destino de nadie. Es poco lo que se puede hacer, pero se hará.
Las noches transparentes abren luces sólidas
para que transite mejor la soledad del viajero.
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