Los vástagos de la gran nube fluyen por mi cuerpo llenándolo de inseguridad. Las escuelas del amor sufren porque no encuentran el alfabeto que las haga legibles. Mil violines acechan el curso del río por tratar de desviarlo hacia regiones más hondas, más sinceras. Los animales disecados expulsan sus raíces naturales por los hocicos, por las extremidades yertas. Los enemigos de la luna ya corren por el espacio infinito, ya alteran con sus gritos la noche de verano. Tus ojos me recuerdan el rescoldo que quedó de las espigas requemadas. La pena de no saber vivir me persigue cruelmente pero tengo de aliados a las historias, las viejas historias de papel.
Algún vivir se define en mi horizonte de azul intenso
para que fluya la gana y el meteoro y el sol prudente.
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