La angustia no logra sofocar el aullido de terror ante las horas que pasan sin ser llenadas de una actividad más o menos lúdica. El ludismo fue un movimiento de destrucción de máquinas que quitaban el trabajo al ser humano. La pena de vivir se agudiza cuando no hay nada que hacer a la vista. Leer quizás rompe un poco la monotonía del día, pero no se puede estar todo el día leyendo, como dicen que se tiraba el futuro dictador Stalin cuando era joven (se leía 500 páginas diarias). Leo el periódico y aguanto una hora sin fumar. Una vez en casa, pienso tristemente en sucesos penosos como la discusión de mi hermano con un energúmeno jefe de la asociación donde antes acudía. Ahora, ¿a dónde acudo? Los paseos serán mis aliados junto con las siestas reparadoras.
Una casa con árboles y amor a medianoche.
¿Dónde estará la dicha que no encuentro?
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