jueves, 20 de julio de 2023

Se me está haciendo la mañana eterna. Todavía son las 11:00 y hasta las 13:30, no comemos. Quizás escriba por eso, para matar la mañana. Ya la he dado un espadazo a eso de las 10:30, pero sigue ahí viva echando las vísceras asquerosas. No sé de qué escribir y me lamento. El reloj no avanza, es el escenario de mi habitación como algo que se ha quedado congelado a pesar del calor: las paredes pintadas de un verde limón sucio, los papeles y libros por todas partes, mis hojitas que indican los libros que me he leído este año, los aparatos del wifi del ordenador, criando polvo. En fin, hasta el ratón del ordenador está diciendo: la mañana no se mueve. Y me pongo nervioso. Me pondría a pelear con alguien a base de patadas hasta romperle los riñones, me montaría en cualquier avión que atravesara el Atlántico, me acostaría con cualquier mujer que estuviera dispuesta al pecado. En fin. El tiempo no corre como a mí me gustaría y me desespero.

Rubios, pulidos senos de Amaranta,

déjame chupar tanta pereza.

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