jueves, 23 de enero de 2014

Está claro que cada artista usa un lenguaje distinto para manifestar su arte. El pintor se vale de su apreciación sutil del color, la luz, el espacio y su imaginación. El arquitecto domina las formas, los materiales, etc y sinfín de conocimientos teóricos pues no es lo mismo diseñar un hospital que un museo. Así también el escultor, el músico, cuyo oído debe estar muy bien formado, etc.
Quizás el artista más ramplón es el escritor porque, ¿de qué se vale? Pues de la misma materia con que los vecinos se cuentan la vida unos a otros, del mismo material con que un lotero anuncia sus números, del mismo objeto con que un jurista hace las leyes, del mismo rancio elemento con que los políticos recaudan sus votos en un mitin: o sea, el manido lenguaje natural de todos los días.
En el escritor está el poder de usar ese lenguaje de manera eficiente para agenciarse unos lectores que le aprecien. A él y a su lenguaje y lo que cuente con su lenguaje. Y no es nada fácil. Se requiere una técnica, una dedicación y corregir constantemente hasta que quede perfecta la frase.

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