viernes, 17 de enero de 2014

El que pone un poco de dificultad en su vida puede estar seguro de que la vida no le va a resultar aburrida. Con dificultad quiero decir superar obstáculos o colocar en el día a día un poco de ambición, la justa para que esa misma vida no caiga en la rutina o sólo se consuele satisfaciendo unos pequeños vicios que a nada conducen.
A veces, la dificultad ya es dada, por tener que superar una enfermedad o unos resultados académicos malos que uno no había querido. Si en la vida no hay más que pasar los días uno por otro, todos parecidos, ¿qué alegría va a ver en esa vida tan fácil, tan monótona si no hay nada que superar?
A veces, el día a día es engorroso y lleno de tareas que no nos atañen como reto personal; a veces, uno trabaja para el bienestar de otros sin ninguna recompensa a cambio. Ese es el destino de las amas de casa o de alguien que se ha quedado al cargo de una persona mayor, etc. Pero debemos también alternar esas cargas con premios de los que disfrutar, como pasar el tiempo con gente agradable que nos llene las horas de diversión.

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