En el paseo que doy, me lleno de ligereza, ligeras son las piernas y ligeros son los pensamientos que me van cruzando la frente. Salgo de la ciudad y voy a otra pues ciudades deben ser estas en las que siempre veo personas nunca vistas antes. La población de mi ciudad y la de la ciudad donde voy caminando es de cientos de miles de personas. Así es fácil que ocurra que mire y no reconozca a nadie. Algunos de vista, sí, pero son los pocos. Ayer, un grupo bullanguero de jóvenes que no paraban de reír. Nunca les vi por allí, por ese bar donde tomo un descafeinado con leche y con hielo. Se estuvieron riendo a pleno pulmón. Yo era así cuando tenía su edad. Me rio con ellos no sé de qué y vuelvo sobre mis pasos a mi ciudad otra vez y ya está echada la tarde.
La tarde de julio se estira en le trayecto vital de cada uno.
Así pasas la tarde, así sufres estos días larguísimos.
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