miércoles, 12 de enero de 2022

 Según las meditaciones de Marco Aurelio, que tuvieron eco en Séneca y después en Quevedo, el ser racional no debe temer a la muerte. Es el último accidente de la vida. Cuando ella está, tú no estás, ya has pasado a formar parte del todo, de todo lo creado y te disuelves en átomos o te transformas en otra cosa o vas a los cielos en la tradición católica. Eso es muy fácil decirlo pero la muerte acongoja mucho a las personas porque es algo desconocido para todo el mundo. Es un secreto, es algo no vivido por nadie y vivido por todos, es el paso final que damos a no sé qué lugar. En fin, los estoicos que he citado lo tenían muy claro pero las personas que vivimos en este siglo en el que el ocio y la diversión se tienen como algo superior, es más difícil de entender. En la tele no hay más que sonrisas y sucesos agradables pero la realidad es otra. Debemos convivir con la tristeza y con la alegría del mismo modo, con serenidad de ánimo, no como si al primer día felices en la Tierra tiráramos la casa por la ventana. Todo en su justo medio.

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