domingo, 2 de febrero de 2025

 En las ordinarias horas que surgían después de comer, tú te echabas la siesta y yo me iba a la playa a leer un libro. Me leí un libro muy triste de un profesor que olvidaba sus lecciones quizás en un macuto demasiado grande. Luego, yo luchaba por evitar pensar en los exámenes de septiembre. Luego cogíamos el autobús e íbamos al centro del pueblo, quizás a comprar un anillo, quizás a merodear las aceras en busca de inspiración. La vida se complicaba en exceso. Yo ya luego no te vi, no sé lo que hacías, pero te enseñé cómo se iba a Villalba y a Torrelodones  y a Cotos antes de no verte. Y tú has debido de andar y nadar por ahí, dulcemente, cansinamente, como se hacen las cosas cuando uno está solo y quizás, triste.

Mucho fue lo que aprendimos.

Mucho fue lo que perdimos también.

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