Somos sombras, sombras austeras que no pedimos más que vivir un rato, ni siquiera una vida pues no tenemos derecho a exigir una existencia larga o corta. Dependemos de muchos accidentes que nos pasan por la mañana o por la tarde y por eso, solo podemos aspirar al instante, al paso inquietante de los minutos o quizás, de alguna hora. Somos gente que pasa, a la que nos miden los relojes nuestra vida. Somos gentes que tendrían que tener miedo a la noche pero hay farolas que nos lo quitan. Somos gentes que no somos dioses, que no somos espíritu de nada. Somos gentes tangibles, accidentales, pobres de alma, tercos en el errar. Y, por eso, dependemos de un azar imprevisible, de una suerte que ni intuimos, de un destino que nos dice: aquí vendrás y de aquí no pasarás.
El destino, la azarosa fortuna:
eso que tanto tememos sin darnos cuenta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario