"Me tengo que ir a Bilbao porque mi hermano está en el hospital pero no tengo dinero para ir", dijo este hombre que, como se dice ahora, vivía en riesgo de exclusión social. "Yo te doy cien euros para que vayas a Bilbao", dijo este hombre que se dedicaba a exponer cuadros. A los pocos días, el hombre necesitado estuvo en Bilbao, vio a su hermano, que padecía del corazón, estuvo durmiendo en el hospital esas noches en que su hermano iba a ser intervenido y a mediodía, comía con sus sobrinos y les daba ánimos: "me han dicho los médicos que parece que la cosa va bien". Los sobrinos estaban agradecidos a su tío por quedarse a dormir con el enfermo. Después de la operación, a los dos días, mandaron a casa al hermano enfermo. Se curó bien. Nuestro protagonista (el del riesgo de exclusión social), encontró trabajo de pastor en un pueblo de Santander. Regaló un queso al tratante de cuadros. Le gusta el campo y los animales. Le gusta estar al lado de su hermano, ya restablecido. Le gusta el mundo cómo rueda.
El amor al prójimo no es imposible.
Es más, debería fomentarse mucho más.
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