lunes, 3 de febrero de 2025

 Era el final del verano y las farolas ya no alumbraban las tardes de merienda por la calle, un bocadillo de salchichas con kétchup, los bañadores ya guardados por nuestras madres en un rincón del armario. Era el final del verano y había que comprar los libros, los lapiceros y todas esas cosas de ir al colegio. Había que acudir por las noches a ver qué decían los chicos mayores de la vida, de lo que salía en televisión, de las canciones de Perales. Y ya la piscina estaba cerrada y parecía un mundo el montón de tiempo que faltaba para que la abrieran otra vez. No como ahora, que todo pasa volando.

El tiempo, ese remero de una barca que no para.

El tiempo, ese cambio que sufrimos en cada momento.



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