Una señora iba de rebajas y era esta actividad lo más salvaje que hacía en todo el año. Iba con un capacho bien grande en un costado para meter en él todo artículo rebajado que encontrara. Visitó unos cinco almacenes de prestigio y en cada uno de ellos arreó con dos o tres piezas de precio disminuido. En un almacén, se tuvo que pelear con una jovencita por una prenda que casi rasgan por medio tirando cada una de un extremo, casi la dejan sin mangas a la blusa, casi la descuartizan, casi la desmiembran. Al final, esta señora, por veteranía en esto de las rebajas, consiguió dar un último tirón a la camisa y quedarse con ella, sin destruirla del todo. El capacho venía a reventar cuando llegó a casa. Comió y decidió que por la tarde haría las cuentas de cuánto había gastado. Después de una pequeña siesta, cogió los tiques de compra y empezó a sumar, sumar y sumar y el resultado le indignó. ¿No dicen que las rebajas son para ahorrar? Pues maldito el ahorro que hago yo con esto de los precios bajos. En fin. La vida te devuelve lo que metes en ella.
Todo está muy barato.
Pero muchas cosas baratas salen caro, obviamente.
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