miércoles, 23 de agosto de 2023

Hay gente que es atea y de izquierdas. Esta gente cree mucho en la política como ciencia o práctica que soluciona todas las cosas. Luego hay los creyentes, que creen en Dios como el que salva las vidas a los desesperados de este mundo. Ninguna de estas tendencias soluciona la vida a nadie en este mundo. Una cosa es hablar de pobres y ricos y desear que esa diferencia cambie, que es lo que hace la política de izquierdas o se supone que lo hace. También la religión ofrece un más allá a los que sufren en la Tierra (los últimos serán los primeros, dijo Cristo). Pero estas dos posturas no salvan a nadie de sufrir en la Tierra. Ni Dios ni las políticas llevadas a cabo por los de izquierdas salvan de sufrir por una enfermedad. A mí me pasa eso: tengo una enfermedad y no se me quita pensando en las políticas de izquierdas ni en Dios. Puedo rezar, puedo esperar a que un gobierno se apiade de los enfermos mentales y que nos traten mejor a los enfermos mentales pero no va a ocurrir nada. Camilo José Cela, en una famosa novela dice: "hay en la vida unos que van rodeados de rosas y hay otros que siguen el camino de los cardos y de las chumberas". ¿Qué política arregla esto? ¿Qué Dios cambia las desigualdades entre los hombres? Ninguno. Hay gente que tiene un sino y a lo mejor está arrojado a la calle. Ni la política ni Dios le saca de la calle. Y encima tiene que aguantar miradas de conmiseración cuando no de asco de los demás.

Y decían todos que el  reino estaba ya aquí, con voz de mentira,

el reino definitivo, el reino que nos haría iguales

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