jueves, 31 de diciembre de 2020

 Lo que voy a decir ahora sonará raro o sonará como una herejía pero a mí me ha sentado bien el confinamiento. He tenido tiempo para meditar tumbado en la cama, he aprendido de mi hermano Paco cosas que no se enseñan hablando, he aprendido también a estar en casa entretenido con la radio, con el ordenador, con mis escritos y he perdonado ofensas y olvidado agravios en la medida de lo posible. Cuando salía a tirar la basura y me fumaba un cigarro en el parque de al lado de mi casa, disfrutaba de una tranquilidad que ya no he vuelto a disfrutar. Desde entonces, ese escenario de pájaros y plantas creciendo sin contaminación de coches, ese silencio enriquecedor, se ha vuelto a cargar de humos y de coches que lo incomodan todo. He visto en la tele cosas que me han llenado de emoción pero en mi familia no ha habido que lamentar muertes ni infecciones; por eso digo que, a mí, el confinamiento me ha sentado bien. La teoría de mi hermano de los compartimentos estancos se ha exacerbado esta pandemia de modo que no hemos visto a nadie durante meses y eso me ha sentado bien. Diré también que si yo no veo a ciertos miembros de mi familia, mi salud mental mejora, así que por ese lado, también le agradezco al confinamiento (mío, personal) no haber visto a nadie que me ponga de los nervios. Ha estado muy bien y volvería a repetir si el gobierno lo dictara. ¿No hay mayor bendición que esa marabunta asquerosa de coches echando humo se parara por unos meses?¿No hay mejor antídoto contra los tontos que no verlos? ¿No hay mejor estímulo a la imaginación que horas y horas estando solo en casa con tu hermano gemelo? He adoptado mucha de la flema de mi hermano al estar muy cerca de él y eso me ha venido muy bien, he estado conectado con la realidad solo virtualmente y he aplaudido de verdad a los sanitarios, he aprendido que en momentos difíciles (no para mí, sino para la nación) lo mejor es estar unidos pero no porque lo diga un presidente sino porque así lo sintamos. Y he estado tan tranquilito, tan sereno de mente, que agradezco al confinamiento todas esas cosas que me ha aportado. Ojalá existiera algo como el confinamiento: creo que podría ser un pueblo perdido lleno de cabras. He aprendido a valorar lo que hay en casa y no lo que hay fuera de casa que lleva a la confusión las más de las veces: palabras que oyes, palabras vanas, estúpidas, carcajadas mentirosas de gente sin motivo para exhalarlas, amigos que no lo son, gentuza de todo tipo que los tienes al lado y como los tienes al lado vas a verlos. Eso me ha dado el confinamiento: soledad relativa (estaba con mi hermano) y amor a la casa. Si yo pudiera me iría a un pueblo donde el sol brille más y solo suenen cencerros a lo lejos.

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