viernes, 11 de diciembre de 2020

Estas letras que siguen no tienen otra intención que matar el rato hasta que me pueda fumar otro cigarrillo. Esta tarde me he impuesto fumar un cigarrillo cada hora y a las 19:00, me toca el tercer cigarrillo de la tarde. Contaré lo que me salga, como decía el sastre, que al hacer un pantalón, le salieron unas alforjas. Yo fui profesor de muchos sitios y vi muchas caras nuevas en aulas diferentes. Son muchos mundos pequeños en poco espacio. Había una niña en Alcalá de Henares que se tenía por tonta y no hacía más que pintar personajes de la serie de los Simpsons. Los dibujaba a la perfección. Yo hice muchos intentos, cuando recogía sus redacciones y cuando le entregaba las redacciones corregidas de que no pensara que era tonta, pero casi era en vano pues lo tenía muy profundizado. Me dibujó al hijo de Hommer Simpson con un capirote que ponía tonto. Lo guardé en la cartera y aún lo conservo. Es increíble lo que una persona puede creer de sí misma y estar equivocada. Puede durar muchos años esa equivocación. Es como aquel al que su padre siempre le estaba llamando tonto e inútil: al final lo será. Es como yo, que me siento a veces solo, a veces triste y no sé de dónde viene esta soledad y esta tristeza. Bueno, puede venir de mi enfermedad, pero de todos modos, hay que aguantar estos estados de ánimo como sea. Ya son las 19:00. Ya puedo fumar.

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