viernes, 11 de diciembre de 2020

Este blog y el siguiente no tienen otro cometido que entretenerme para que pase el tiempo, para que pase el tiempo y me pueda fumar otro cigarrillo. Voy a cigarrillo por hora. Afuera, hace frío, viento, nubarrones que van volando por encima de la ciudad, aúlla el viento en la ventana como en las películas de miedo y está ya todo oscuro como boca de lobo. En fin, escribiré de lo que salga. Un día, la profesora de Literatura preguntó si el paisaje de Castilla es monótono. Yo dije que no, que no lo es. Los autores del 98 españoles: Unamuno, Machado, Baroja tenían predilección por el paisaje castellano por su austeridad. La verdad es que Machado con sus caminos, Unamuno con el cielo y la tierra y Baroja con sus personajes tan cutres, eran muy austeros en su expresión literaria, no le daban a los cisnes y las princesas como hizo su contemporáneo Rubén Darío. Pero quiero decir que yo he vivido mucho tiempo en un pueblo de Castilla y no es monótono el paisaje: hay ríos, hay montes, hay alamedas, hay pueblecillos que rompen la monotonía del campo, etc. Lo que pasa es que esos autores se alinearon con Castilla por representar la esencia de España sin colorines ni fanfarrias ni destellos de luz. Eran unos señores muy serios, como Azorín lo fue y no les iba nada la vanidad de lo bonito en literatura. Por eso eligieron Castilla para fijarse en lo profundo, en lo interno de España.

 

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