martes, 3 de octubre de 2023

Era tal su adhesión al comunismo que le encantaba el dinero, es decir, que confundía su egocentrismo con el manifiesto comunista. Y esto le pasaba cuando era joven. Cuando maduró se pasó directamente a un anarquismo a su manera, sin idealismo ni leches, es decir, todo por la pasta. Empezó a odiar a los que tenían coche, simplemente porque era torpe y miedoso en la prueba de conducción; deseaba la muerte a todos los conductores que veía. Su cobardía sacaba siempre la misma pregunta a su psique patológica: ¿Y por qué este puede comerse unas cigalas y yo no? Para descargar su conciencia, en el bar que frecuentaba, dejaba caer esta cuestión, a lo que la parroquia le contestaba, cansada, que dejara de beber tanto anís y que, joder, ya ves, y hasta langosta, coño. Llegó a viejo y chocheaba más de la cuenta, un día sacó una pistola y se puso a tiros en mitad de la calle real de la ciudad. Menos mal que llevaba ya medio litro de anís en el cuerpo. En fin, lo que hace la ideología. 

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