martes, 17 de noviembre de 2020

Dos hermanos hablan. Uno pregunta a otro: ¿no te parece una rutina esto que vivimos? El otro, en vez de contestar, que es lo que hay que hacer a una pregunta, intenta convencer a su hermano de que todo el mundo aguanta una rutina. No es eso un diálogo, sino una imposición. Hay mucha gente así en la vida, que en vez de contestar a lo que se les pregunta, te imponen su punto de vista. A lo que se contesta con un no o un sí, se restriega al preguntador toda la visión del mundo del interrogado pero no la verdad sobre esa pregunta. Lo cual es deprimente y poco pedagógico porque no es objetivo sino muy subjetivo. Si encima, ese hermano que no contesta la pregunta que le haces, tiene pasión por hablar, hablar y no dar paso a su interlocutor de ningún modo, la depresión conversatoria es mayúscula. Pero bueno, uno no elige sus compañías en la vida sino que le vienen impuestas a veces y hay que aguantar monsergas no pedidas todos los días porque el otro, el que tenemos al lado, es así: impositivo, no deja hablar y cree que su razonamiento es superior.

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