martes, 18 de diciembre de 2018

En España, hay que ver qué mal perder tienen las izquierdas. Lo demostraron cuando ganó la CEDA en el 33, que ya no quisieron ser demócratas, montaron la revolución del 34, hicieron un pucherazo en la selecciones del 36 y mataron al líder de la oposición de derechas, a Calvo Sotelo. Y las derechas, hay que ver qué miedo tienen de que les llamen franquistas, fascistas y ultraderecha. Como si la izquierda de España, históricamente, no haya tenido nada de autoritaria, fanática y antidemocrática, que sí lo ha sido y mucho. Como si la izquierda, en España, no haya sido ultraizquierda y criminal, como lo fue. Como si la izquierda, en España, se chupara el dedo y era muy buena, muy buena. Y los de Franco, muy malos, muy malos. El que lea la historia de aquel tiempo se da cuenta de que había hijos de puta en ambos bandos y que la república ya no era república de nada y que la legitimidad no la tenía nadie. Fue una guerra por cuestiones ideológicas pero también religiosas (no en vano, los rojos mataron 7000 religiosos), pero también fue una guerra fratricida. También fue una guerra de odios cultivados por la derecha y la izquierda, también fue una guerra por la gestión que hicieron unos estúpidos dirigentes de la república y muchas cosas más. Yo no me creo que la república tenía legitimidad. No tenía ni legitimidad ni credibilidad. Y así pasó, que en cuanto hubo un contrapeso a tanta barbarie, ese contrapeso actuó.
Una cosa es el nombre que se le pone a algo y lo que es ese algo en realidad.

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