miércoles, 10 de octubre de 2018

Vino por fin la lluvia. He visto menos gente por la calle. Yo solo he ido a comprar pan y me he metido en casa, a leer. La lluvia produce el placer de estar en casa. Me he leído las dos partes de "La forja de un rebelde". Me queda por leer la tercera parte. Mi novela empieza de forma cruel, muy cruel, con un asesinato brutal, pero esta tarde haré que ese comienzo se suavice porque el asesino forma parte de una rueda infame, del esquema del poder en el que él es solo una ruedecita. Haré que el asesino resulte simpático al lector y que el crimen solo sea una especie de espoleta que inicia la acción de la historia, una acción global de explicación política sobre España.
Hay cosas en la política española que son absurdas, que casi hay que tomarlas a broma para entenderlas, como el procés y tantas idioteces que ha parido la política española estos últimos tiempos.
Y así hago en mi pequeña novelita: reírme de tanto despropósito político. Ahora que llueve no tengo excusa para estar en casa escribiendo y creando un mundo absurdo e irreal como el que vivimos hace tiempo.
Yo me había radicalizado un poco hacia la derecha pero ahora veo a la izquierda chapucera y a la derecha quisquillosa y quejica y ya no leo ni un puto periódico porque todo es la misma mierda: no saben gobernar, no saben hacer oposición: solo piensan en las próximas elecciones y en sus propios partidos. España les da igual.
Y además, que España les dé igual da igual. Los españoles vivimos de acuerdo a unas obligaciones y unos compromisos y no somos como los políticos, que los incumplen a la primera de cambio. Menos mal que los ciudadanos somos fieles a nuestras esencias. Ojalá no nos manejen unos políticos como han hecho con los catalanes esa ralea de sinvergüenzas que han fracasado y siguen erre que erre con personajes viles como los fugados y el presidente actual de la Generalidad. Menuda pandilla de filibusteros.

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