lunes, 22 de octubre de 2018

Así que después de escribir el anterior blog sobre el Quijote, pues me puse a leerlo, siguiendo la aventura de estos dos locos que dejan sus casas y haciendas buscando aventuras. Y en una primera y lejana lectura, los dejé saliendo de la venta, manteado Sancho por no pagar D. Quijote al ventero y llenos los estómagos del bálsamo de Fierabrás y sacudidos los cuerpos por Maritornes y su amante el acemilero. Y me he reído bastante oyendo a Sancho despotricar de la andante caballería que profesa su amo porque todo se trueca en manteamientos y molimientos. Viendo como una peladilla de río le atraviesa a D. Quijote la boca por meterse a matar ovejas de un pelotón de ellas que cruza la llanura manchega, me río porque estos dos personajes van de mal en peor. Lo más gracioso del caso es notar cómo Sancho va dando la nota real de todas las invenciones que se le ocurren al hidalgo loco. Es de notar cómo Cervantes conocía al dedillo todas estas invenciones de las novelas que quería combatir, sacando a relucir todos los nombres y aventuras que ellas contenían y cómo Sancho no ve más que ovejas y malhadados pasos que su amo va dando. Es de notar el lenguaje riquísimo conversacional que tiene lugar entre los dos. Es de notar cómo se le bautiza al héroe de la novela, tras la aventura del comité funeral en medio de la noche como "el caballero de la Triste Figura" y cómo sueña ya nuestro triste caballero loco con un historiador que está contando ya sus aventuras y pone en boca de Sancho este nombre. Mi hermano puso este nombre, el de la triste figura, a un hombre del pueblo seco y desdentado que salía del bar un día de verano de los que íbamos al pueblo y causó cierta gracia pero pesó un poco en el respeto que se debía a un anciano, pues anciano de los respetados era este hombre que ya murió hace tiempo. No vale la literatura para la realidad o sí, si esta se aviene a la realidad que vivimos. Hemos hablado mucho en España del esperpento y de los quijotes y celestinas y por qué no, de los Fígaros y de los lazarillos, de los don juanes y de Melibeas, de putas y Fortunatas que deban andar por ahí porque los escritores las sacaron como una copia de la realidad que no se consume todavía y ahí andarán ellos y ellas para protagonizar otras historias.

La literatura es esa que ves en la calle a todas horas.

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