jueves, 25 de octubre de 2018

Ayer pasé un día malo. Mi cabeza no iba bien. No estaba centrado. No estaba armonizado con el mundo, con lo que me rodeaba. Todo me parecía mal. Y yo creo que es porque he perdido la fe en lo que hago o más bien, en lo que no hago. Porque no escribo nada. He perdido las ganas de escribir y es esta actividad lo que más me motivaba. El gobierno que hay y ver a ese hombre dañino de la coleta a todas horas en el telediario también me sienta mal. Escuchar todo el rato los líos de los putos catalanistas y a ese engendro de barbitas en camisa, creyéndose alguien me da asco. Ojalá perdiera tantos votos que se quedara como un idiota en el parlamento. Pero lo votan 5 millones de personas. Yo alucino con el tipejo ese. Lo que no hago (escribir) me va minando poco a poco y me va haciendo pequeño en un mundo que ya te hace pequeño de por sí. Las grandes cosas son las que salen en los diarios, como este pequeño hijo de puta o como el presidente y las ministras, que tanto dan que hablar. Pero al fin y al cabo, a esta morralla política se la tragará la historia por su ineptitud. Peor me va a mí, que no tengo un horario, que no se me oye, que no tengo afición alguna, que pierdo las ganas de escribir, que casi no me relaciono con nadie nuevo, que no salgo en la noticias, que me pierdo en la mañana y en la tarde por las calles y que leo el periódico y me dan ganas de cagar.

Si no te hacen caso, quizás es que valgas poco.

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