miércoles, 19 de noviembre de 2014

Si yo fuera filósofo no negaría a Dios sino que diría que hay que convivir con Él porque la idea de existencia de Dios es buena, creo que hace bien a la gente y no es ningún opio del pueblo que entontece a la gente. El hombre, como yo  lo veo actualmente, está regido por la idea del cuerpo, de lo material y del placer. Donde hay placer, allá va el hombre moderno aunque no se dé cuenta que su búsqueda de placer está resultando nociva para otros hombres y para la naturaleza.
El hombre ya no es hombre: es hombre-masa que vota, que llena los estadios, que piensa de una manera, que compra determinados productos. La publicidad puede mucho en el día de hoy y moldea a las grandes masas-hombres que consumen.
El mundo está derivando a su propia destrucción. No se respeta al mundo, el hombre se enseñorea sobre el mundo que habita y lo envilece y lo mancha cada día. Lo que fue creado no se sabe por quién, el hombre lo está haciendo suyo y no sabe qué tiene entre manos. El hombre es un aprendiz de brujo que puede destruir la obra más querida: su propio mundo.
La idea de suicidio del hombre colectivamente no es una idea vana: puede darse con el transcurrir de guerras injustas, atentados a la naturaleza y el desbaratamiento del orden establecido hace muchísimo tiempo atrás. El industrialismo y los nuevos stándares de vida en que hay que tener de todo a todas horas destruirán el mundo que conocemos.

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