viernes, 14 de noviembre de 2014

Las torres están altas e inalcanzables.
Pero algún día llegará que nos dejen ocuparlas.
Está tan cara la vida que hasta el pan cuesta comprarlo.
Sólo queremos vivir sin que nos quiten nuestra alegría.
Sólo pedimos al futuro que nos deje ser su amigo.
Vemos los niños que juegan y nos dan pena.
Vemos a la madre enferma y el corazón se nos para.
No hay trabajo, esa maldita palabra.
Se amarga el cáliz de la infeliz espera.
Pero habrá un día que quizás no conozcamos
en que las torres tendrán la puerta abierta,
en que la gente sea más amiga y parlera,
en que todos seamos más felices
sin tener que esperar tanto tiempo
a que el sol quiera reinar en nuestro reino.

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