viernes, 1 de septiembre de 2023

 Quizá se podría calificar su personalidad de monstruosa y no exageramos mucho. El bloque que formaban no tenía ni un agujero por donde se podría meter la duda. No dudaban de nada. Sabían qué querían: ser otros. Y lo iban consiguiendo poco a poco liberándose de sus orígenes, orígenes que provocaban ese misterio tan característico pues renegaban de sus orígenes. No querían ser lo que eran sino que querían ser lo mejor. Y creían que adquiriendo una parte del mundo, lo conseguirían. Lo que pasa es que no solo de pan vive el hombre. Y ellos solo veían el pan, no el alma del pan. Ellos no parecían tener alma, disimulaban su alma constantemente. Solo veían cosas: cosas que cubrían el cuerpo, cosas que daban distinción. Nadie sabía su pasado, nunca hablaron de él. Era una época ominosa para ellos su pasado. No hablaban de sus padres, ni de lo que pensaban. Nadie sabía nada de ellos. Nadie. Quizás por eso, se les podría llamar monstruos o humanos rarísimos.

La rama que sustenta su opulencia

se mantiene, pero sin saberlo nadie.

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