domingo, 12 de febrero de 2023

 A lo mejor el miércoles que viene voy a Aranjuez. Solo por ir. Ya por usar el tren me gusta la idea. En mi etapa de profesor, iba mucho en tren de cercanías. Iban sucediéndose las estaciones, iban bajando viajeros. Da igual dónde coma y lo que coma, el caso es ir a Aranjuez y ver el palacio y el río Tajo. Entre que voy y vengo, no falta gente por el camino, como decía mi madre. No entiendo mucho ese dicho, pero bueno. Quizás el miércoles me levante de la cama y no tenga ganas de ir a Aranjuez, pero haré lo posible por ir. Es una forma de evasión, es una forma de salir del abatimiento de todos los días lo mismo, es moverse uno y ver algo distinto por algún momento. Es salir de casa y encontrar algo, no sé, un paisaje urbano distinto, un pasar el tiempo en el cercanías, leer algo bonito mientras se viaja. Aranjuez fue residencia real de los Borbones, los Borbones del XVIII español, los Borbones de Godoy. Aranjuez es donde vive Mariluz, la chica que me encontraba cada dos años en las oposiciones a profesor. Se despidió de mí el último día en que me saqué la oposición. En la estación de Aranjuez hay que montar en un autobús que te lleve a la ciudad. La estación de Aranjuez ya es digna de ver y mirar, como la de Toledo. No sé qué llevar a Aranjuez. Llevaré un libro.


Demasiado es peor que poco.

Cuando es malo el asunto, desde luego, pero también cuando lo que tenemos es absurdamente imprescindible.

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