domingo, 24 de octubre de 2021

 Este era un hombre tan mentiroso que se creía sus propias mentiras. "He matado un león", decía a sus amigos. "Hala", exclamaban estos. Y el hombre se enfadaba porque le rompían sus mentiras pero no dejaba de creer en ellas. Otro día dijo que una noche de insomnio, vio la luna tan redonda que alzó la pierna todo lo que pudo y la propinó una patada que la mandó rodando por el espacio. "Hala", volvían a exclamar aquellos que le oían. Pero este hombre no dejó de creer en estas mentiras que para él no lo eran. Sus proezas no tenían límite. Otro día tiraba de una patada el muro de una prisión, liberando a todos sus presos. "Hala". Otro día, robaba un rayo al sol y prendía con él una barbacoa. "Hala". Hasta que dejaron de oírle por fantasioso y ya no tenía a quién contar tantas mentiras. Entonces se produjo ene él un cambio prodigioso: se metió en su habitación y no salió en un año nada más que a comprar comida, hacer de comer y hacer sus necesidades. En un año de encierro, llenó toda su habitación de libros y con estos y su ordenador, entendió cómo era el universo, las personas, los animales, el cerebro, la geografía total del mundo, las composiciones poéticas, aprendió de huesos humanos de hace 4000 años, aprendió de todos los imperios que hubo y hay en la Tierra hoy en día y cómo cayeron y cómo caerán los existentes, predijo la erupción de un volcán en la costa mexicana, estudió la luna, otros satélites de otros planetas y exoplanetas. Escribió ocho novelas de 500 páginas cada una. Estudió la literatura china, hindú europea, la de América del Norte y la del Sur. Pero no aprendió una cosa muy importante: a decir la verdad.

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