lunes, 11 de diciembre de 2023

Maburro. Ya no se molestaba en decir me aburro. Tenía ya sus años y vivía con sus padres. Le aburría todo y por todos los sitios, era el aburrido per se, el aburrido orgánico, es decir, lo llevaba en los genes. Sólo se divertía cuando cambiaba la cosa, cuando variaba su pobre ambiente, y era pobre porque lo hacía así él mismo, estaba acostumbrado a que todo se lo dieran hecho, a que todo se lo organizaran, a pedir a los amigos que le llevaran a tal sitio y tal que allí lo pasarían bien y les pagaba al cuarto de hora con un "maburro". Los amigos se creían que lo decía en broma y se reían de la ocurrencia, pero se dieron cuenta pronto de que era un plasta y le daban esquinazo rápidamente, no lo querían ver ni en pintura, sólo eran amigos suyos los que podían sacar tajada del aburrido, del que no hablaba porque se aburría, así que se juntaba con gente rara que hablaba sesudamente de política, de la muerte, de lo duro que era vivir porque se aburría uno enseguida de esta vida de mierda y en la que siempre está uno deprimido por muchas circunstancias adversas que la vida tenía. Hasta que se hizo amigo de uno que le comprendió al principio y se dio cuenta de que este tío era un amargado profesional y eso de aburrirse era porque no destilaba más que envidia a la gente de más dinero que él y de vanidad absurda que exhibía ante la gente. Le dio bote y le espetó: amargas la tierra que pisas, majadero, vete a freír espárragos, modorro. 

 Por ahí viene la envidia como perro flaco, pulgoso, amarillento y sucio

Apártate del vanidoso si no quieres caer en la confusión de su vanagloria perniciosa

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