sábado, 18 de diciembre de 2021

La tarde decaía, aún no llegaba el invierno, distintas vicisitudes hacían de estos días previos a las fiestas de Navidad algo tortuoso de vivir. Pero algo anidaba dentro del corazón de aquella persona con enfermedad mental que le permitía seguir adelante. Él creía en Dios y sabía que sus caminos no eran los mismos que los de los hombres, era una frase manida pero Dios escribe recto con los ... No sólo creía en Dios, por lo demás, sino que estaba seguro de que Dios existía. Y no le hacía falta reconocer las vías de Santo Tomás de Aquino, ni que el alma pesa 21 gramos exactamente, comprobado científicamente, ni por supuesto tenía ganas de leerse la "ciudad de Dios" de san Agustín aunque pensaba que era una obra admirable, etc. Solamente tenía que pensar en lo perfecto del mundo, visible a poco que miremos la estructura vital de un árbol, el vuelo grácil de los pájaros y su trinar tan armónico o cómo el Señor es tan excelso que nos da libertad para equivocarnos del sendero para luego volver al redil y perdonarnos y ser perdonados y así con todo, desde lo más grande a lo más pequeño. Y se alegró de que Dios era tan amable de venir con nosotros y hacerse igual a nosotros una noche feliz, en un pesebre, y de traernos la esperanza de que siempre existirá una luz que nos guía y nos defiende : Nuestro Señor Jesucristo.





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