martes, 23 de noviembre de 2021

 Tomas Moro sabía mucho de leyes, de religión, de las guerras, de literatura y fue ejecutado por Eduardo VIII por seguir fiel al papa y a la religión católica. Es un santo dentro de la comunidad católica. Escribió "Utopía", un libro que cuenta cómo se vive en una isla, en una república llamada así: utopía. Luego, el término ha sido usado más por las izquierdas que por las derechas para decir algo así como que la política sueña con un mundo mejor. Pero no. La política de hoy en día sueña con imponer sus idearios a la ciudadanía. La memoria histórica y la política de género es eso: una forma de meternos en la cabeza el rollo ese de que el sexo no es algo natural sino algo que nosotros pudiéramos elegir. Aunque esta chorrada solo se la creen los de Podemos y algunos recalcitrantes del Psoe, que hablan de sexo binario y otras gilipolleces por el estilo. Pero la verdad es que hacen mucho daño a los hombres por el hecho de inclinarse constantemente, aunque no tenga la razón en muchos casos, por la mujer. Es el feminismo rampante, es el rollo del sexo como batalla para dividir la sociedad. Y el otro rollo es ese de intentar ganar la guerra civil por medio de revisar la historia, ya que la perdieron esos nefastos rojos frente a Franco. Y por eso perdieron la Comunidad las hordas rojas, porque se empeñaron en que todo el mundo es fascista y no todo el mundo es fascista, sino que tiene el derecho de pensar como le dé la gana. Y así, la libertad ganó a la imposición de las izquierdas y seguirá ganando porque los fascistas verdaderos son el Psoe y Podemos. Y la utopía verdadera es ir por la calle tranquilamente sin que te llamen franquista o machista y poder expresar tu libertad del modo que quieras, teniendo en cuenta la libertad del otro, cosa que no hacen las izquierdas que lo quieren todo: su libertad de imponer y su libertad de guiar a la gente como si fuéramos ovejas. Pero eso es imposible porque los seres humanos, los ciudadanos, sabemos distinguir la verdad de la mentira, lo impuesto de lo que es propio de la razón, la corrección política de la libre expresión de nuestro cuerpo y mente.

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