Yo me puedo llamar gramático como otro se puede llamar abogado o arquitecto. Yo sé cómo funciona la gramática; o sea, las leyes del lenguaje. No son leyes estrictas porque siempre hay cambios en la lengua que hablamos. Yo me he formado 5 años en ver cómo funciona el lenguaje hablado y escrito en dos lenguas, el español y el inglés. Yo he dado clases en una academia privada en la que, los niños que me llegaban, no tenían ni puta idea de la gramática. Apenas sabían escribir dos líneas sin pegar 5 patadas a la gramática. Era una labor hercúlea esto de enseñarles como va el sujeto, luego el verbo y luego, los complementos. Cuando llegué a la enseñanza pública de interino ya había hecho yo una carrera en cuatro academias en las que estuve. Y no escribo una gramática yo mismo porque no tengo suficientes ganas, que poder, sí podría. Cuando un arquitecto escribe con faltas gramaticales, es penoso porque no se le entiende bien. Hay que dar, por tanto, mucha importancia al lenguaje y a la gramática como medios de expresión que valen para explicar correctamente las cosas. Y ya no digo más nada. Está llegando la navidad, pon un belén o un árbol, vete a Madrid o a Vigo a ver las luces y tararea un jingle cuando estés angustiado y triste.
La gramática pone orden en la expresión escrita y hablada.
Dime si no tiene importancia la gramática.
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