El tejido del alma es vaporoso, sutil, nos permite hablar pero también mentir, incluso mentirnos a nosotros mismos. Un alma mentirosa no descansa de la desazón que causa la patraña. Los seres humanos somos los únicos seres de la Tierra que hablamos. Debemos cuidar nuestro lenguaje espiritual para que no nos traicione. Con la mentira, aparecen unos sarpullidos en la esencia del ser que nos hace cometer error tras error, ya no sabemos qué carácter tiene esa persona que oculta, que miente, que traiciona. La gente no se da cuenta de que al final, todo se sabe y que la mentira afluye en la vida como el chorro de una fuente podrida. Pedir disculpas no estaría mal para el que ha mentido, el que ha ocultado, el que ha traicionado. No te traiciones a ti mismo porque el peor parado serás tú mismo.
No estamos solos más que cuando mentimos.
El mentiroso es un animal que se oculta neciamente.
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