Había una mujer que siempre quería tener la razón. Encima, era muy brutita, muy testaruda. Estas dos combinaciones del carácter hacían que a veces avasallara a cualquiera que se ponía en su camino. Pero un día, le dieron una hostia en mitad de la cara. Fue una hostia que se oyó en Leganés, donde nunca pasa nada. Y, a partir de ahí, esta señora ya se paraba a pensar lo que decía y a no decir todo lo que pensaba porque entendió que ya no siempre iba a tener la razón. Pero se llevó otra hostia, esta hostia fue no justificada pero ya la señora achantó del todo todo lo que hacía y decía y se convirtió en una persona absurda, si no lo era ya, imbécil y temerosa de los hombres. Y un día la vi pasar por la calle e iba agachada, triste y perdida en su pensar.
Las fábulas persecutorias que tienes en el sueño
son expresiones de miedos y complejos de la realidad.
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