martes, 12 de noviembre de 2024

Un hombre canoso se creía muy listo: alertaba de los amaneceres imprevistos, surcaba las calles como un adalid de los necesitados, pero era muy violento también: rompía el cielo con una espada de doble filo a eso del atardecer, cuando la gente estaba merendando. Y al final, este canoso muy listo, daba pena. Daba pena porque las hormigas de la impaciencia corrían por su piel de oso feo. Daba pena porque no sabía vivir sin la ira de por medio. Y este hombre canoso y feo se cayó un día en la calle y nadie le recogió porque daba muchas voces insultando y maldiciendo la luna que ya aparecía en lontananza. Y este hombre ni manda, ni sabe ni está.

Resucitas el sueño con la palabra

y vives mejor después de contarlo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario