He comido dos galletas con un toque sutil de miel. He bebido mucha agua porque dicen que el que fuma debe beberla. Luego, he mirado hacia las ventanas de un piso frontero al mío que está de reforma y había luces encendidas. Voy a extenderme en un comentario que he pensado durante esta tarde noche. Si uno está inactivo todo el día, sin un objetivo claro, se come el coco. Si uno odia el trabajo que tiene que hacer todos los días, se come el coco. Si uno no ve claro qué pinta en este mundo, se come el coco. Si uno tiene una enfermedad y no se distrae, se come el coco. Comerse el coco es malísimo. Si no entiendes este mundo en el que vives, ponte a hacer algo aunque sea calceta, un puzle, tres kilómetros a la pata coja. No sé: haz algo.
La filosofía, desde Marx, tiene una praxis.
Esa praxis comunista es demencial.
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