jueves, 16 de mayo de 2024

El olor a caverna, un olor húmedo y sucio se ha colado en las vespertinas horas de mi vida. Son muchas las causas que llevan a la caverna: los insultos, los desprecios, las alucinaciones. Sentir los propios pasos en la tierra produce mucho espanto. Sin aliados, sin nadie en quién confiar, la mañana se hace dura. Las cosas van pasando y se olvidan. Las cosas pierden consistencia con el tiempo. Las avutardas tardías de corazón débil marcan el vuelo de otros seres que respiran con dificultad. La leche de las madres es esencial para la infancia feliz de los niños. La alada sombra del águila proyecta miedo en la gallina y el gallo.

La nada gozosa del aire acude a mí, me rinde

ante la intuición de la muerte.

 El olor a Madrid lo llevo entre las ropas, un olor antiguo, de cuando yo enseñaba. El mar es un olvido, una canción, un labio inerte. Pasan los días y ya no hay tensión en ellos. Criaturas grises se atisban bajo mi techo. Ya no es lo que era. Pero mejor si no veo la falsedad y el misterio absurdo de las mentes opacas. Los cuatro costados se bañan en el mar, aturdiendo la mañana. Hay una discreción ausente perdida entre las calles. Es fácil llamarse a engaño con estas gentes que no dicen nada, que son ocultistas como los masones antiguos. Prefiero no contemplar cómo el ocaso difunde dolor por su conducta. Yo ya no no sé qué pensar muchas veces, solo que dañan, que hostigan, que hacen cosas inverosímiles con el dios de la concordia.

Con rabia denigran su grandeza, envidiándole

para que sepa que hay dos clases sociales en marcha. 

miércoles, 15 de mayo de 2024

 La sensación es que los indeseables Fernández y Hernández metan la pezuña. Se rinden a un amor sonoro y viejo. A punto de sentir la paz de pies y ánimo. Luego, iremos a celebrar que no han estado a la punta de la playa más kilométrica. Estas suelas saben del recorrido a la mitad de mí. Saben que los pasos que hay que dar son irremisibles y francos. Se van presentando todas las consistencias aladas de la libertad. Se van aconteciendo todas las circunstancias favorables. A ver cuánto dura la alegría. Un vecino me ha preguntado. Yo le he dicho que las auroras tardan en salir y los ponientes también sufren por dar de lado al sol.

Confiar en mi estrella ofrece dudas 

pues ya van muchos catecismos de mentira.

lunes, 13 de mayo de 2024

 El cable se interrumpió pronto. Las luces de neón ya no existían. Comer se había vuelto innecesario. Hoy mi caballo ya no anda, solo sostiene su cuerpo como puede. Dar es una palabra dura en el recinto de los solitarios. No hay ya más escapada que no verlos, no sentirlos, no hablarlos. No dominan el arte de la conversación. No dominan el arte de los afectos. No dominan el arte de ser personas. No dominan nada. Punto. Los ves un día en una pantalla amable y luego ya no los ves más tiempo. Es asqueroso sufrir el sí y no y quizás y pues eso. La vida no les ha dado más que ginebra y tabaco en abundancia y al otro, dos energúmenos sádicos malolientes.

Un recordar tranquilo de la vida es el morir quizás.

Yo no recuerdo caras, amabilidades, conversaciones.

 Se amontonaban los bultos en la espalda de la mula. Las incorruptibles dichas ya eran de otro tiempo. El sol había dejado de calentar. Variando a cada instante, mutando como la piel del lagarto, lleno de acontecimientos bruscos. Sombreros despedidos por la fuerza del viento y lluvia a torrentes bajan del cielo. Vivo lejos de la tierra que me vio nacer, esa tierra que besa la lona como un boxeador noqueado. Son las llagas del Señor las que me vienen a decir que en este mundo todo es lío y sufrimiento. Daría cualquier cosa por estar lejos, muy lejos y ausente de esta dolorosa conjunción de malestares.

Sepultado en el viento, dolido en lo más hondo

ando yo como las flores que nunca nacieron.

domingo, 12 de mayo de 2024

 Hace mucho calor. He estado viendo la peli de antena 3. He matado el tiempo. Voy a ir de paseo en breve.




























viernes, 10 de mayo de 2024

 Sollé mi corazón contra la piedra de tu desconcierto. Luego cogí un autobús que me dejó casi a la puerta de mi casa. Comí cacahuetes uno a uno y puse música. Carolina lo hacía muy bien y compraba medicinas que no se vendían en la farmacia. Al albur de la noche que venía tomé la decisión de no frecuentar más niños pijos que se mean en la cama. Todo era un ir y venir de latidos, trombones y azucenas. Hay que dar tiempo al tiempo para que la herida sane, hay que esperar como esperaron los días a que se hiciera la llamarada dulce de un dios bendecido y común. Las mañanas encierran a las aceras contra los muros, contra las paredes y los pasillos se llenan de ululantes simios que chocaron en la noche aciaga. Hay que olvidar, mirar al futuro y decir: sol, calienta y da luz al desconsolado.

Los ánimos se cansaron, las magnolias torcieron su flor

para decir al mundo que los reveses son momentáneos.